PCRD E3 Ensayo
UNIVERSIDAD DUCENS
MAESTRÍA EN SEGURIDAD Y SALUD EN EL TRABAJO
MATERIA: Protección
Civil y Riesgos de Desastres
DOCENTE: Mariano Katase
ALUMNO: Carlos Parra Castillo
ACTIVIDAD: ENTREGABLE 3 Ensayo
Los desastres naturales representan una amenaza
constante para comunidades de todo el mundo. Desde terremotos devastadores
hasta huracanes destructivos y tsunamis mortales, estos eventos pueden tener un
impacto catastrófico en la vida de las personas y en la infraestructura de las
regiones afectadas. En medio de la adversidad, la resiliencia emerge como un
concepto crucial para enfrentar y recuperarse de estos desafíos. En este
ensayo, exploraremos cómo la resiliencia puede ser aplicada en diferentes
niveles para abordar los desastres naturales desde una perspectiva local.
La resiliencia se refiere a la capacidad de una
persona, comunidad o sistema para resistir, adaptarse y recuperarse de
situaciones adversas. Más allá de simplemente sobreponerse a la tragedia, la
resiliencia implica aprender de la experiencia y fortalecerse en el proceso. En
el contexto de desastres naturales, la resiliencia se convierte en un
ingrediente esencial para la supervivencia y la reconstrucción.
La resiliencia puede ser aplicada en diferentes
niveles: individual, comunitario e institucional. Cada uno de estos niveles
desempeña un papel crucial en la construcción de una respuesta efectiva y
sostenible ante los desastres naturales.
A nivel individual, la resiliencia se manifiesta en
la capacidad de las personas para enfrentar y superar los desafíos que
enfrentan durante y después de un desastre natural. Esto implica desarrollar
habilidades emocionales, como la capacidad de manejar el estrés y la ansiedad, así
como habilidades prácticas, como la capacidad de improvisar y adaptarse a
nuevas circunstancias. La resiliencia individual también incluye la capacidad
de buscar apoyo social y emocional cuando sea necesario y de encontrar formas
de mantener la esperanza y la determinación incluso en los momentos más
difíciles.
A nivel comunitario, la resiliencia se refiere a la
capacidad de un grupo de personas para colaborar y apoyarse mutuamente durante
y después de un desastre natural. Esto implica la creación de redes de apoyo
social y la promoción de la solidaridad y la cooperación entre vecinos. Las
comunidades resilientes son aquellas que están organizadas y preparadas para
responder de manera efectiva a los desafíos que enfrentan, utilizando recursos
locales y trabajando juntas para mitigar los efectos de los desastres y
reconstruir sus vidas después de la tragedia.
A nivel institucional, la resiliencia se refiere a la
capacidad de las organizaciones y estructuras gubernamentales para planificar,
prepararse y responder de manera efectiva a los desastres naturales. Esto
implica la implementación de políticas y procedimientos adecuados, la
asignación de recursos suficientes para la gestión de riesgos y desastres, y la
coordinación eficiente entre diferentes actores y agencias. Las instituciones
resilientes son aquellas que están preparadas para anticipar y adaptarse a las
amenazas naturales, garantizando la seguridad y el bienestar de la población
que sirven.
La aplicación de la resiliencia a desastres naturales
implica una serie de medidas y acciones en cada uno de los niveles mencionados
anteriormente.
A nivel individual, las personas pueden prepararse
para los desastres naturales educándose sobre los riesgos específicos de su
área, creando un plan de emergencia personal y familiar, y manteniendo
suministros básicos de alimentos, agua y medicamentos. Además, es importante
desarrollar habilidades de afrontamiento y buscar apoyo emocional cuando sea
necesario.
A nivel comunitario, las comunidades pueden
fortalecer su resiliencia mediante la creación de comités de gestión de
riesgos, la realización de simulacros de evacuación y la promoción de la
participación ciudadana en la planificación y toma de decisiones relacionadas
con la gestión de desastres. También es importante fomentar la inclusión y la
solidaridad entre todos los miembros de la comunidad, asegurando que nadie
quede atrás durante una crisis.
A nivel institucional, los gobiernos y las
organizaciones pueden mejorar la resiliencia mediante la implementación de
políticas de planificación urbana que tengan en cuenta los riesgos naturales,
la inversión en infraestructuras resilientes y la mejora de los sistemas de
alerta temprana y respuesta a emergencias. También es importante promover la
transparencia y la rendición de cuentas en la gestión de desastres, asegurando
que los recursos se utilicen de manera efectiva y equitativa en beneficio de
toda la población.
En conclusión, la resiliencia es un elemento clave en
la respuesta y recuperación ante desastres naturales. Al aplicar la resiliencia
en diferentes niveles -individual, comunitario e institucional- podemos
fortalecer la capacidad de las personas, comunidades y estructuras sociales
para enfrentar y superar los desafíos que representan estos eventos
catastróficos. Promover la resiliencia no solo nos ayuda a prepararnos mejor
para futuros desafíos, sino que también nos permite construir comunidades más
fuertes y seguras, capaces de enfrentar cualquier adversidad que se presente en
el camino.
México conmemora dos eventos que marcaron
profundamente su historia y su espíritu: los terremotos de 1985 y 2017.
Estos desastres naturales, separados por 32 años, dejaron cicatrices profundas,
pero también ejemplos inquebrantables de resiliencia y solidaridad en el pueblo
mexicano. Aún en la sociedad se recuerda cómo estos trágicos eventos
transformaron a México y dejaron una huella imborrable en la memoria.
19 de septiembre de 1985, una mañana un terremoto
de magnitud 8.1 en la escala de Richter sacudió la Ciudad de México. El día
que cambió para siempre la vida de miles de personas, dejando un saldo de más
de 10,000 personas fallecidas y miles de edificios colapsados. Sin embargo, lo
que surgió de entre los escombros fue una muestra ejemplar de solidaridad.
Al momento del sismo no se contaban con normas, leyes, reglamentos,
recomendaciones o protocolos para casos de emergencia o protección civil.
En 1965, la Secretaría de la Defensa Nacional (SDN) implementó
un Plan DN-III-E. En el plan tiene por objeto aminorar o limitar los efectos de
los desastres en una zona afectada, coordinar a las fuerzas armadas y los
apoyos de los organismos de la administración pública federal e instituciones
privadas para intervenir efectivamente en auxilio de la población.
El plan estaba organizado con base en grupos de
auxilio de diferentes niveles, un grupo central de auxilio a nivel nacional,
presidido por el presidente de México por ser el comandante supremo de las
fuerzas armadas y constituido por dependencias de la administración pública federal
e instituciones privadas. Un grupo de auxilio de zona, a nivel estatal, y un
grupo de auxilio de sector, a nivel municipal. Este plan opera en forma
permanente. Los grupos de auxilio se encontraban atentos a la presencia de todo
tipo de fenómenos que podían causar un desastre, para lo cual, periódicamente
realizaban reuniones de coordinación con sus integrantes. Al darse las señales
de alerta, los grupos desarrollaban un enlace permanente entre sí para mantener
informados de la situación prevaleciente, preparan los recursos disponibles
para ser entregados en la forma más rápida en auxilio de la población, y en
dado caso de que el desastre rebasara las capacidades de auxilio, se
solicitaban mayores recursos a los escalones superiores.
Se unió el pueblo de México, en un esfuerzo sin
precedentes para ayudar a sus compatriotas, familias y amigos necesitados. Empezando
con la valentía de los rescatistas hasta la generosidad de los ciudadanos, el
espíritu de unidad se convirtió en el legado de aquel terrible día, y el mundo
entero observó cómo los mexicanos se unían en un momento donde la oscuridad, el
caos y la crisis invadían las calles maltrechas.
México volvió a estremecerse 32 años después (19 de
septiembre del 2017) con un sismo de magnitud 7.1, después de haberse
realizado un mega simulacro en la ciudad. Siendo con menor magnitud que en el 1985,
este desastre no fue menos devastador. Edificios colapsaron, escuelas se
derrumbaron y la tragedia volvió a golpear. Sin embargo, México demostró una
vez más la capacidad de resiliencia. En redes sociales fueron las
herramientas de organización y ayuda, los voluntarios se movilizaron rápidamente
y el mundo entero observó con admiración cómo el país se recuperaba con fuerza
y determinación.
A pesar de esta nueva tragedia, el país demostró una
vez más su fortaleza y unidad, dejando a muchas personas fallecidas. Los
rescatistas, bomberos, médicos y voluntarios se movilizaron rápidamente para
salvar vidas y brindar apoyo a los afectados. La solidaridad nacional e
internacional se hizo evidente, y el gobierno mexicano reforzó su compromiso
con la preparación y respuesta ante desastres.
Hoy, México se encuentra en una posición más fuerte
para enfrentar los desafíos sísmicos. Una sociedad que ha implementado
regulaciones de construcción más estrictas, se han fortalecido los
sistemas de alerta temprana y se ha invertido en capacitación para la gestión
de desastres. Estos cambios, inspirados por las lecciones aprendidas de los
sismos de 1985 y 2017, buscan garantizar la seguridad de las futuras
generaciones.
Cada 19 de septiembre, se realizan mega
simulacros en todo el país para fomentar la conciencia y la preparación,
los cuales nos han servido para dar respuesta inmediata ante estos peligros
naturales y así, evitar mayores desastres y pérdidas humanas, erigiendo a
México como un ejemplo de respuesta, superación y unidad para el mundo entero.
Estos eventos son conmemorados para así ser ese
recordatorio de que la amenaza sísmica persiste.
Debida principalmente a la interacción entre
las placas tectónicas de Norteamérica, la de Cocos, la del Pacífico, la de
Rivera y la del Caribe, México es un país en zona sísmica, donde se registra gran
parte de los movimientos telúricos a nivel mundial.
Y, aunque las zonas epicentrales se localizan en
diversos puntos, la Ciudad de México, se ha convertido en el receptor sísmico debido
a que se encuentra lo suficientemente cercana para experimentar efectos y, la
causa de que estos sean más dañinos en esta zona que en otros lugares, radica
entre otras cosas en la naturaleza de su terreno ya que fue fincada en lo que
fuera un lago, generando gran preocupación.
Por tales motivos, todos los 19 de septiembre, se
realiza un Mega Simulacro, por lo que se hacen sonar las alertas sísmicas con
un sismo ficticio de gran magnitud.
BIBLIOGRAFIA:
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