MSST GRA E1

 



UNIVERSIDAD DUCENS



MAESTRIA EN SEGURIDAD Y SALUD EN EL TRABAJO



MATERIA: GESTIÓN DE RIESGOS AMBIENTALES



DOCENTE: PROF. MAYOLA CLAUDIA CALIXTO TEJEDA


ALUMNO: CARLOS PARRA CASTILLO



 TAREA: ENSAYO SOBRE FACTORES DE RIESGOS AMBIENTALES 



11/ FEBRERO/ 2025


Ensayo sobre los factores de riesgo ambiental, legislación aplicable y buenas prácticas ambientales

 

Introducción

El medio ambiente enfrenta múltiples desafíos debido a la creciente actividad humana y su impacto en los ecosistemas. La gestión ambiental se ha convertido en un componente esencial para mitigar los factores de riesgo que afectan la calidad del aire, el agua y el suelo, así como la biodiversidad y el equilibrio climático. La introducción de herramientas preventivas y correctivas permite evaluar estos riesgos y aplicar estrategias adecuadas para su control.

En este contexto, la gestión ambiental busca minimizar los impactos negativos de las actividades humanas mediante estrategias basadas en legislación, monitoreo y educación ambiental. La combinación de políticas públicas, regulaciones y buenas prácticas es clave para reducir la huella ecológica y garantizar la sostenibilidad de los recursos naturales.

Este ensayo analiza los factores de riesgo ambiental, la legislación vigente y las buenas prácticas que contribuyen a la protección del entorno. Además, se explorarán diversas herramientas de gestión ambiental como la Evaluación de Impacto Ambiental (EIA), el Ordenamiento Territorial (OT), los Indicadores Ambientales y el Sistema Normalizado de Gestión Ambiental (SGA), para entender su papel en la mitigación de daños y en la promoción de la sostenibilidad.


Factores de riesgo ambiental

Los factores de riesgo ambiental incluyen diversas amenazas que comprometen la estabilidad de los ecosistemas y la salud humana. Entre los principales se encuentran la contaminación del aire, el agua y el suelo, la deforestación, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.

Contaminación del aire

La contaminación del aire es una de las problemáticas ambientales más críticas, pues no solo afecta al medio ambiente, sino que también tiene impactos severos en la salud humana. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la exposición a partículas contaminantes finas está vinculada a enfermedades respiratorias crónicas, accidentes cerebrovasculares y problemas cardiovasculares (Vidal & Regalado, 2018). 

Las principales fuentes de contaminación del aire son la quema de combustibles fósiles, la emisión de gases industriales y el transporte motorizado. En grandes ciudades como Ciudad de México, Pekín y Nueva Delhi, la contaminación atmosférica ha alcanzado niveles alarmantes, lo que ha llevado a la implementación de restricciones vehiculares y planes de contingencia ambiental.

 

Contaminación del agua

El agua es un recurso fundamental para la vida, pero su contaminación representa un desafío creciente. El vertido de desechos industriales y domésticos en ríos y mares afecta la biodiversidad acuática y la disponibilidad de agua potable. En países en desarrollo, la falta de infraestructura adecuada de tratamiento de aguas residuales agrava esta problemática (Martínez & Rodríguez, 2020).

 

El uso excesivo de fertilizantes y pesticidas en la agricultura también contribuye a la contaminación del agua al provocar la eutrofización de lagos y ríos, reduciendo el oxígeno disponible para la fauna acuática.

 

Contaminación del suelo

El suelo es un recurso esencial para la producción de alimentos, pero su contaminación y degradación comprometen la seguridad alimentaria. La deforestación, el uso indiscriminado de agroquímicos y la acumulación de residuos tóxicos afectan la fertilidad del suelo y alteran los ecosistemas naturales (González & Torres, 2021).

 

Uno de los principales problemas asociados a la contaminación del suelo es la desertificación, fenómeno que ha afectado regiones como el Sahel africano y zonas áridas de América Latina. La sobreexplotación de tierras para la agricultura y la ganadería sin medidas de recuperación ha acelerado este proceso.

 

Deforestación y pérdida de biodiversidad

La deforestación es una de las causas principales de la pérdida de biodiversidad. La conversión de bosques en áreas agrícolas y urbanas reduce los hábitats naturales de miles de especies, amenazando su supervivencia. Según datos de la ONU, cada año se pierden aproximadamente 10 millones de hectáreas de bosques en el mundo (Vidal & Regalado, 2018).

 

Un caso emblemático es la Amazonía, donde la expansión agropecuaria y la tala ilegal han contribuido significativamente a la deforestación. La pérdida de cobertura forestal no solo afecta la biodiversidad, sino que también disminuye la capacidad del planeta para absorber dióxido de carbono, agravando el cambio climático.

 

Cambio climático

El cambio climático es una de las mayores amenazas ambientales del siglo XXI. Su impacto se manifiesta en el aumento de temperaturas, la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos y la alteración de patrones de precipitaciones.

 

Las emisiones de gases de efecto invernadero, provenientes en gran parte de la quema de combustibles fósiles, son la principal causa del calentamiento global. Para mitigar sus efectos, se han promovido acuerdos internacionales como el Acuerdo de París, que busca reducir las emisiones a nivel global y fomentar la transición a energías renovables (Ramírez & Gómez, 2020).

 

 

Legislación aplicable

La legislación ambiental establece el marco normativo para la conservación del medio ambiente y la prevención de riesgos ecológicos. En México, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) regula diversas áreas de gestión ambiental.

 

Evaluación de Impacto Ambiental (EIA)

Es un instrumento preventivo que permite evaluar los posibles efectos negativos de un proyecto antes de su ejecución. Su implementación busca evitar daños irreversibles al entorno natural.

 

Evaluación Ambiental Estratégica (EAE)

A diferencia de la EIA, la EAE tiene un enfoque más amplio y se aplica a políticas, planes y programas gubernamentales, asegurando que el desarrollo económico y social sea compatible con la sostenibilidad.

 

Ordenamiento Territorial (OT)

El ordenamiento territorial regula el uso del suelo para evitar conflictos ambientales y garantizar la conservación de áreas protegidas. Su correcta implementación previene la urbanización descontrolada y la sobreexplotación de recursos.  

Principales tratados internacionales, en los países que se han firmado acuerdos y tratados buscan mitigar los efectos del cambio climático y fomentar el uso responsable de los recursos naturales. Entre los más importantes se encuentran:

Protocolo de Kioto (1997): Acuerdo internacional que estableció objetivos específicos para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

Acuerdo de París (2015): Pacto global que busca limitar el aumento de la temperatura mundial por debajo de los 2°C, promoviendo la transición hacia energías limpias.

Convenio de Basilea (1989): Regula el movimiento transfronterizo de residuos peligrosos y su eliminación segura.

Convenio de Estocolmo (2001): Prohíbe el uso de contaminantes orgánicos persistentes (COP), como los plaguicidas altamente tóxicos.

Estos acuerdos han obligado a los países a adoptar políticas ambientales más estrictas y a desarrollar planes de acción para reducir su impacto ecológico.

México cuenta con un marco normativo extenso para la protección del medio ambiente. La Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) es la principal legislación en esta materia. Esta ley regula el uso de los recursos naturales y establece normas para la conservación de la biodiversidad, la prevención de la contaminación y el manejo sustentable del territorio.

Además, existen normativas específicas como:

Ley de Aguas Nacionales: Regula el uso y conservación del agua para garantizar su disponibilidad a largo plazo.

Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos: Establece mecanismos para reducir la generación de desechos y fomentar el reciclaje.

Normas Oficiales Mexicanas (NOM): Regulan aspectos específicos como emisiones de contaminantes en la industria y manejo de residuos peligros.

A pesar de contar con leyes bien estructuradas, el principal reto en México y otros países en desarrollo es la falta de cumplimiento y supervisión. La corrupción, la falta de recursos y la escasa educación ambiental han dificultado la implementación efectiva de estas normativas.

Por ello, es fundamental que los gobiernos refuercen los mecanismos de vigilancia y promuevan incentivos económicos para que las empresas adopten prácticas más sostenibles, contribuyendo así a la conservación del medio ambiente.

 

Buenas prácticas ambientales

Las buenas prácticas ambientales son estrategias y acciones diseñadas para minimizar el impacto negativo de las actividades humanas sobre el medio ambiente. A diferencia de las regulaciones obligatorias establecidas por la legislación, estas prácticas pueden ser adoptadas de manera voluntaria por empresas, gobiernos y ciudadanos, contribuyendo a la sostenibilidad y la preservación de los recursos naturales. 

El sector industrial es uno de los principales responsables de la contaminación ambiental debido a las emisiones de gases de efecto invernadero, la generación de residuos y el consumo intensivo de energía y agua. Para mitigar estos impactos, muchas empresas han adoptado prácticas ambientales como el uso de energías renovables, la optimización de procesos productivos para reducir residuos y el reciclaje de materiales.

Otro caso exitoso es el de Unilever, que ha implementado un programa de sustentabilidad en sus fábricas, reduciendo el consumo de agua en un 40 % y minimizando la generación de desechos peligrosos. Empresas como esta demuestran que la integración de buenas prácticas ambientales no solo protege el entorno, sino que también genera ahorros económicos y mejora la reputación corporativa.

 

Agricultura sostenible y conservación de los recursos naturales

El sector agrícola es responsable de la deforestación, la erosión del suelo y la contaminación del agua debido al uso excesivo de agroquímicos. Sin embargo, existen prácticas sostenibles como la agricultura regenerativa, que busca restaurar la fertilidad del suelo a través de técnicas como la rotación de cultivos, el uso de abonos orgánicos y la reducción de pesticidas.

 

Un país que ha liderado este enfoque es Costa Rica, donde se han desarrollado programas de conservación de bosques y pago por servicios.

 

Asimismo, en España, el uso de cubiertas vegetales en viñedos ha permitido la retención de humedad en el suelo, reduciendo la necesidad de riego y mejorando la biodiversidad en las plantaciones.

 

Transporte sustentable y movilidad ecológica

El transporte es una de las principales fuentes de contaminación del aire. Para reducir su impacto, muchas ciudades han impulsado sistemas de movilidad sustentable como el transporte público eléctrico, el uso de bicicletas y la implementación de zonas peatonales.

 

En Ámsterdam, más del 60 % de los desplazamientos urbanos se realizan en bicicleta gracias a una infraestructura adecuada y políticas de incentivo fiscal. Este modelo ha sido replicado en otras ciudades como Bogotá y Copenhague.

 

Otra iniciativa destacada es la adopción de vehículos eléctricos y estaciones de carga solar, lo que ha permitido reducir la dependencia de combustibles fósiles en países como Noruega y Suecia, donde más del 50 % de los autos nuevos vendidos son eléctricos.

 

Gestión eficiente de residuos y economía circular

Una de las estrategias más efectivas en la reducción de contaminación es la economía circular, que busca reutilizar y reciclar materiales para disminuir la generación de residuos.

 

Japón ha sido líder en este ámbito con programas de reciclaje que alcanzan tasas de recuperación de hasta el 80 % en algunos materiales. En Alemania, el sistema de depósito de envases ha incentivado la reutilización de plásticos y vidrios, reduciendo significativamente la cantidad de desechos en vertederos.

 

En México, se han implementado iniciativas de reciclaje de residuos electrónicos, evitando que sustancias tóxicas como el mercurio y el plomo contaminen el suelo y el agua.

 

Las buenas prácticas ambientales son esenciales para avanzar hacia un modelo de desarrollo sostenible. Aunque muchas de estas prácticas son voluntarias, su implementación genera múltiples beneficios tanto para el medio ambiente como para la economía. La combinación de innovación tecnológica, responsabilidad social y políticas públicas efectivas permite mitigar los impactos negativos de la actividad humana, promoviendo una sociedad más equilibrada y respetuosa con el planeta.

 

 

Relación entre legislación y buenas prácticas
La legislación ambiental y las buenas prácticas deben complementarse para lograr una gestión ambiental efectiva. Sin un marco legal claro y aplicable, muchas empresas y sectores económicos no adoptarían medidas sostenibles, ya que las regulaciones establecen lineamientos obligatorios para minimizar el impacto ambiental, mientras que las buenas prácticas ambientales permiten a las organizaciones y ciudadanos implementar acciones voluntarias para contribuir a la sostenibilidad.

 

Importancia de la legislación ambiental

Las leyes ambientales son fundamentales para establecer normas que regulen las actividades humanas y económicas con el fin de reducir los impactos negativos en el medio ambiente. En muchos países, la falta de normativas ambientales estrictas ha permitido la degradación de ecosistemas y la contaminación descontrolada. Sin embargo, cuando existen regulaciones bien estructuradas y mecanismos de cumplimiento eficientes, las industrias y empresas están obligadas a seguir lineamientos para operar de manera más responsable.

 

Por ejemplo, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) en México establece requisitos estrictos para la conservación de los recursos naturales y la regulación de actividades industriales. Una de sus disposiciones más importantes es la obligatoriedad de realizar una Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) antes de desarrollar proyectos de infraestructura, lo que ayuda a prevenir daños irreversibles en los ecosistemas.

 

En el ámbito internacional, el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París han sido piezas clave para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Estos tratados han obligado a los países firmantes a comprometerse con metas claras para disminuir su huella de carbono y fomentar el uso de energías renovables. Sin estos acuerdos, muchas naciones no habrían tomado medidas significativas contra el cambio climático.

 

Buenas prácticas ambientales y su relación con la legislación

Las buenas prácticas ambientales van más allá del cumplimiento normativo, ya que permiten que empresas y ciudadanos adopten medidas voluntarias para mejorar la sostenibilidad y reducir el impacto ecológico. Cuando estas prácticas se integran con la legislación, se fortalece la protección del medio ambiente y se generan beneficios tanto económicos como ecológicos.

 

Un claro ejemplo es la certificación ISO 14001, un estándar internacional que establece un sistema de gestión ambiental para reducir el impacto de las operaciones industriales. Muchas empresas buscan esta certificación no solo para cumplir con la normativa vigente, sino también para mejorar su imagen corporativa y fomentar una cultura ambiental entre sus empleados.

 

Otro caso exitoso es el de la Unión Europea, donde se han combinado regulaciones estrictas con incentivos fiscales para las empresas que reduzcan sus emisiones de carbono. Programas como el Pacto Verde Europeo han establecido objetivos ambiciosos para lograr la neutralidad climática en 2050, promoviendo el uso de tecnologías limpias y la eficiencia energética en todos los sectores.

 

En América Latina, países como Chile y Costa Rica han implementado estrategias combinadas de legislación y buenas prácticas. En Chile, la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (Ley REP) ha incentivado la economía circular al obligar a las empresas a gestionar los residuos de sus productos una vez finalizada su vida útil. Por otro lado, Costa Rica ha desarrollado programas de reforestación y compensación de carbono que han permitido la regeneración de bosques y la reducción de emisiones de CO.

 

La relación entre legislación y buenas prácticas ambientales es clave para lograr un desarrollo sostenible. La legislación proporciona el marco de referencia y las obligaciones mínimas para proteger el medio ambiente, pero son las buenas prácticas voluntarias las que potencian y amplían los efectos positivos de estas normas.


Cuando las empresas, los gobiernos y la sociedad civil combinan el cumplimiento de la ley con la implementación de estrategias sostenibles, se generan beneficios a largo plazo.



Conclusión


El deterioro ambiental es un desafío global que requiere la implementación de estrategias integrales que combinen legislación, monitoreo y buenas prácticas ambientales. Los factores de riesgo ambiental, como la contaminación y el cambio climático, tienen consecuencias severas para la salud humana y los ecosistemas, por lo que es fundamental fortalecer las normativas y fomentar una cultura de sostenibilidad.

 

El uso de herramientas como la Evaluación de Impacto Ambiental (EIA), el Sistema Normalizado de Gestión Ambiental (SGA) y los Indicadores Ambientales permite una mejor planificación y control de los riesgos ambientales.

 

Para garantizar la protección del medio ambiente y la sostenibilidad a largo plazo, es necesario promover políticas públicas eficientes, incentivar la innovación ecológica y fomentar la educación ambiental.

 


Referencias

1.    Vidal, E., & Regalado, L. (2018). Gestión Ambiental. Ediciones UNL.

 

2.    Martínez, A., & Rodríguez, L. (2020). Contaminación del agua y su impacto en la salud pública. Instituto de Estudios Ambientales.

 

3.    González, M., & Torres, J. (2021). Ordenamiento territorial y sustentabilidad: Retos y perspectivas. Ediciones Eco.

 

4.    Ramírez, L., & Gómez, D. (2020). Monitoreo ambiental y gestión de ecosistemas vulnerables. Editorial Verde.

 


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