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Introducción.
A lo largo de la historia, la humanidad ha buscado formas cada vez más eficientes de organizar el trabajo, distribuir tareas y alcanzar objetivos comunes. Desde las antiguas civilizaciones hasta la revolución digital, esta búsqueda constante de orden y mejora ha dado lugar a prácticas que hoy reconocemos como los primeros antecedentes de los sistemas de gestión. Estos sistemas no surgieron de forma espontánea ni exclusivamente como producto de la era industrial; más bien, son el resultado de un proceso evolutivo influenciado por cambios sociales, económicos, tecnológicos y culturales que han moldeado la forma en que las organizaciones operan y responden a su entorno.
En sus primeras expresiones, los sistemas de gestión estaban implícitos en las estructuras organizativas de imperios como el egipcio, el babilónico o el romano, donde se establecían jerarquías, responsabilidades, formas de supervisión y mecanismos de control para la construcción de obras monumentales, el aprovisionamiento de ejércitos o la administración de recursos. Estas prácticas, aunque rudimentarias en comparación con los modelos contemporáneos, ya contienen principios esenciales de planificación, coordinación y control.
Con el avance del tiempo, especialmente durante la Revolución Industrial en el siglo XVIII, se generaron nuevas dinámicas de producción que exigieron una mayor sistematización del trabajo. Fue entonces cuando se sentaron las bases de los enfoques modernos de gestión, con pensadores como Adam Smith, quien promovió la división del trabajo, o Frederick Taylor, quien formalizó el concepto de administración científica. Estas contribuciones dieron paso a la aparición de modelos más estructurados enfocados en la eficiencia, la productividad y el control de procesos.
Durante el siglo XX, y particularmente a partir de la Segunda Guerra Mundial, se aceleró el desarrollo de metodologías de control de calidad y mejora continua, motivadas por la necesidad de fabricar productos con estándares uniformes y confiables. La posguerra impulsó la reconstrucción de economías enteras, y países como Japón adoptaron e innovaron sobre estas metodologías, dando lugar a enfoques como el Total Quality Management (TQM), el Just in Time y el Kaizen . Paralelamente, se fortaleció la necesidad de contar con modelos de gestión estandarizados que pudieran aplicarse en diversos sectores y regiones del mundo, lo que culminó con la creación de las normas ISO (Organización Internacional de Normalización), siendo la ISO 9001 sobre calidad, una de las más emblemáticas.
Hoy en día, los sistemas de gestión no solo se enfocan en la calidad de los productos o servicios, sino también en aspectos fundamentales como la protección del medio ambiente (ISO 14001), la salud y seguridad en el trabajo (ISO 45001), la seguridad de la información (ISO/IEC 27001), la responsabilidad social (ISO 26000), entre otros. Esta evolución refleja una visión más holística e integrada de la gestión organizacional, donde la mejora continua, el enfoque basado en procesos y la participación activa de todos los niveles jerárquicos son elementos esenciales.
Los sistemas de gestión son el resultado de siglos de aprendizaje organizacional. Han pasado de ser prácticas empíricas a modelos estructurados y normativos que permiten a las organizaciones alcanzar sus objetivos estratégicos de manera eficaz, responsable y sostenible. Este texto busca explorar con mayor detalle estos antecedentes, comprendiendo cómo y por qué surgieron, cómo se transformaron a lo largo del tiempo, y qué impacto tienen hoy en las dinámicas de gestión en todos los sectores.
La historia de los sistemas de gestión modernos no puede entenderse sin analizar los profundos cambios que trajo consigo la Revolución Industrial. Este fenómeno, que comenzó en Inglaterra a finales del siglo XVIII y se extendió por Europa y América del Norte durante el siglo XIX, transformó radicalmente las estructuras económicas, tecnológicas y sociales.
La producción artesanal, basada en el conocimiento empírico de maestros y aprendices, fue reemplazada por la fabricación en serie en grandes fábricas. Este cambio trajo consigo una nueva complejidad organizacional , ya que se requería coordinar a cientos de obreros, administrar materias primas, mantener maquinaria pesada y asegurar tiempos de producción competitivos. Todo esto exigía un pensamiento organizacional nuevo, más sistemático y controlado.
El surgimiento del pensamiento administrativo.
Este nuevo escenario marcó el punto de partida para el nacimiento formal de la administración como disciplina. Ya no se trataba solo de supervisar, sino de planificar, organizar y controlar procesos productivos con base en criterios científicos y racionales .
Frederick Winslow Taylor (1856–1915)
Conocido como el padre de la administración científica , Taylor fue uno de los primeros en proponer métodos para mejorar la eficiencia del trabajo mediante el detallado análisis de tareas, tiempos y movimientos . Su objetivo era eliminar la improvisación y sustituirla por procedimientos estandarizados.
Entre sus aportaciones más importantes destacan:
- La división sistemática del trabajo entre gerentes y operadores.
- La selección científica del personal , basada en habilidades y no en costumbre.
- La creación de incentivos económicos para la productividad .
- La implementación de supervisión funcional , donde cada trabajador recibe instrucciones técnicas especializadas.
Su obra más influyente, "Principios de la administración científica" (1911) , marcó un hito al establecer que la eficiencia no era una virtud personal, sino el resultado de un diseño organizacional inteligente.
Henry Fayol (1841–1925)
Mientras Taylor se centraba en la eficiencia operativa en el taller, Fayol abordó la administración desde una perspectiva integral. A partir de su experiencia como ingeniero y gerente en la industria minera francesa, desarrolló un modelo basado en cinco funciones administrativas : planificar, organizar, dirigir, coordinar y controlar , las cuales siguen vigentes en la teoría moderna.
Además, formuló 14 principios de la administración , entre ellos:
- Unidad de mando.
- Centralización adecuada.
- Disciplina.
- Subordinación del interés individual al general.
- Remuneración justa.
Fayol es considerado uno de los pioneros del enfoque funcional , ya que su visión fue más allá del taller y se aplicó a toda la organización, sentando las bases para la estructura jerárquica y el control institucional.
Max Weber (1864–1920)
Desde la sociología, Weber contribuyó con un enfoque diferente pero complementario. Su modelo de burocracia racional proponía una organización basada en:
- División del trabajo clara.
- Jerarquía formal de autoridad.
- Normas y procedimientos escritos.
- Profesionalización del personal.
- Toma de decisiones impersonal y objetiva.
Weber argumentó que la burocracia era la forma más eficiente y racional de organización para sociedades complejas. Aunque su modelo fue criticado por su rigidez, sentó las bases para la creación de estructuras administrativas formales , utilizadas tanto en el sector público como en el privado.
Taylor, Fayol y Weber, otros pensadores contribuyeron a enriquecer el campo administrativo antes de la Segunda Guerra Mundial:
- Frank y Lillian Gilbreth desarrollaron estudios de micromovimientos (therbligs), aplicaciones para mejorar la eficiencia y reducir la fatiga en los trabajadores, anticipando los estudios ergonómicos.
- Henry L. Gantt , colaborador de Taylor, diseñó herramientas para planificar tareas, entre ellas el famoso diagrama de Gantt , que sigue vigente en la gestión de proyectos.
- Charles Babbage , matemático británico, defendió la especialización del trabajo y la aplicación de métodos científicos a la producción industrial, anticipando ideas de eficiencia y análisis de costos.
La evolución de los sistemas de gestión no solo ha sido técnica, también ha sido conceptual. En las primeras décadas del siglo XX, el enfoque dominante era el control de procesos , es decir, garantizar que cada actividad o tarea se realice conforme a los procedimientos establecidos, reduciendo errores, desperdicios y desviaciones. Este modelo fragmentado fue muy útil en contextos de producción en masa, donde la estandarización era el objetivo principal. Sin embargo, a medida que los mercados se volvieron más dinámicos y competitivos, y las organizaciones más complejas, surgió la necesidad de cambiar de paradigma.
Se ha transitado desde un enfoque de control de procesos hacia un enfoque sistémico , donde se reconoce que:
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Los procesos están interrelacionados. Ninguna actividad ocurre de forma aislada. Cada proceso influye directa o indirectamente en otros, por lo que las decisiones deben tomarse considerando su impacto global en la organización. Esto ha dado lugar a la gestión por procesos, que permite mapear y optimizar el flujo de valor desde la entrada hasta el cliente final.
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La mejora continua es esencial. El concepto de mejora continua, o Kaizen , implica que toda organización debe aprender, adaptarse y evolucionar constantemente. No se trata solo de corregir errores, sino de buscar proactivamente oportunidades de optimización en todos los niveles. Esta filosofía se ha integrado como principio fundamental en normas internacionales como ISO 9001.
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La participación del personal y el liderazgo son claves. La calidad y la eficiencia no dependen únicamente de tecnologías o procedimientos, sino del compromiso de las personas. Un enfoque sistémico promueve la capacitación, la comunicación abierta, el empoderamiento del trabajador y el liderazgo transformacional, donde los líderes inspiran y guían a sus equipos con visión y propósito.
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Se requiere visión estratégica, no solo operativa. Ya no basta con hacer bien las cosas; es fundamental hacer las cosas correctas. Un sistema de gestión moderno debe alinearse con los objetivos estratégicos de la organización, integrando la planificación a largo plazo, la sostenibilidad, la innovación y la adaptación al cambio.
En este marco, han surgido modelos que fortalecen la filosofía de la mejora organizacional integral. Entre ellos destacan:
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EFQM (Fundación Europea para la Gestión de la Calidad): Proporciona un modelo de excelencia organizacional que evalúa liderazgo, estrategia, personas, procesos y resultados, fomentando una cultura de alto rendimiento.
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Kaizen: Método japonés centrado en pequeñas mejoras constantes y progresivas, con participación activa de todos los empleados.
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Lean Management: Busca la eliminación de desperdicios ( muda ), optimizando los recursos y maximizando el valor para el cliente.
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Six Sigma: Metodología estadística orientada a reducir la variación y los defectos en los procesos, mejorando la calidad y satisfacción del cliente.
Estos enfoques no solo complementan los sistemas de gestión tradicionales, sino que también promueven una cultura organizacional orientada a la excelencia, la adaptabilidad y la innovación.
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Organización Internacional de Normalización (ISO). (2021). Compendio de normas ISO para sistemas de gestión . https://www.iso.org
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Morales, A., & Córdova, J. (2022). Historia y evolución de los sistemas de gestión de calidad: Del control al enfoque integral . Revista Iberoamericana de Ingeniería Industrial, 14(2), 45–60. https://doi.org/10.35381/rbii.v14i2.2234
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Martínez, L. (2020). La evolución del pensamiento administrativo y su impacto en los sistemas de gestión modernos . Revista de Ciencias Administrativas, 10(1), 80–94. https://doi.org/10.22201/fca.24488472e.2020.1.736
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González, F. (2023). Sistemas de gestión integrados: Una visión desde la sostenibilidad y la mejora continua . Gestión y Estrategia, (63), 23–37. https://doi.org/10.22201/gestyest.2023.63.003
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Ramírez, M. & Soto, P. (2021). Impacto de las normas ISO en la competitividad empresarial: Enfoque histórico y actual . Revista Mexicana de Ingeniería y Tecnología, 19(3), 112–128. https://doi.org/10.28933/remit.v19i3.2021
Muy buen trabajo de investigación
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